martes, 8 de septiembre de 2015

ROAD TO...MARATÓN DE VALENCIA (II)

Dentro de unos días volveré a Valencia a reincorporarme a mis rutinas de entrenamiento con el agobio de la humedad. Durante este mes y medio concentrada en el casi idílico paisaje soriano he reaprendido muchas cosas sobre la maratón. Es la quinta que entreno y siempre confiando que es MI maratón, MI año, MI marca. Tal vez sea someterse a mucha presión pero es una distancia y un objetivo treméndamente egoista, no deja otra opción que rendirse ante sus 42.195m y reconocer que es ella la que te tiene a ti en propiedad y todos tus esfuerzos son simplemente para rendirle tributo.
En la pista de Soria (Estadio de los Pajaritos) tras unas buenas series

Estos más de 40 días han servido para reconocer que el cuerpo tiene una fuerza sobrecogedora, unas tragaderas, por así decirlo, que parecen no tener fin. Que si metes kilómetros, pedirá más, y si metes calidad, demandará otro tanto. Pero que la mente es frágil y que hay que tener cuidado en no sucumbir al desánimo. Un día es igual al siguiente y al otro. Los principios son ilusionantes pero toca seguir con el mismo ánimo semana tras semana y eso es lo que afortunadamente he podido conseguir sin prácticamente altibajos.
Otro pilar fundamental, la alimentación. Gracias a mi médico nutricionista Diego García Saiz he podido aguantar y asimilar grandes cargas de entrenamiento por terrenos exigentes y he tenido que aumentar aportes de hidratos y proteínas al considerar que el peso iba decreciendo a demasiada velocidad.
Acabando un largo por la Junta de los ríos

La compañía que me ha brindado Soria, aunque fuera en sólo determinados días (por ajustes de horarios, planes de entrenamiento, siempre es complicado cuadrar) es otra de las cosas que voy a echar en falta. He podido hacer varios rodajes con gente increible, de las que el atletismo puede estar bien orgulloso, como Abel Antón (que fue mi entrenador durante varios años), con sus consejos espectaculares, y con otros amigos de por aquí.
Con Narciso, Abel y Raul poco antes de rodar por Valonsadero

El paisaje ha ido maravillándome cada día, la tranquilidad de sus bosques y prados, son, para el fondista, un regalo. Es el entrenamiento en silencio lo que te enseña a correr y mejorar día a día, sin más pretensiones que mostrarte a ti mismo lo que vales y lo que puedes llegar a alcanzar. No es necesario nada más, sin alardes, sin grandes aspiraciones, marcándote el camino de un objetivo realista.

 
Recuperando las piernas en las frías aguas del Duero tras un duro entrenamiento

En esto aprendí, por tanto, que el cuerpo es fuerte si lo cuidas, que la mente puede ser tricionera y también tu más fiel aliada; que el fondista es solitario en esencia pero los consejos son para escucharlos y para compartirlos en determinadas ocasiones. Nada nuevo realmente, pero viene bien desconectar un tiempo para volver a interiorizar cuán duro es preparar una maratón, pero cuán placentero al fin y al cabo.